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21/04/2020
Por Jorge Lapeña
Publicado originalmente en El Cronista, el 21/04/2020
Lo que sucedió el lunes en el mercado petrolero expresa una situación de coyuntura muy puntual, con una inusual caída del precio del crudo WTI (West Texas Intermediate), que no debería ser confundida con un fenómeno estructural que nos lleve a conclusiones erróneas: que el precio del crudo WTI (de Texas, Estados Unidos) haya quedado en negativo -los vendedores pagaron a los compradores para poder sacarse de encima su producto- en transacciones instantáneas o spot no puede ser extrapolado con los contratos a futuro. La demanda de petróleo y gas cayó en tiempos de cuarentenas simultáneas en forma brutal tanto en Argentina como en el mundo, y ello generó precios de cortísimo plazo que no representan valores de contratos convenientes para el comprador y productor en un mercado en competencia. Los precios son irrisorios y tan bajos que tampoco alcanzan para sostener la actividad en muchas formaciones, como es el caso del yacimiento de Vaca Muerta en nuestro país. La coyuntura actual es complicada y no debería extrapolarse automáticamente con proyecciones de largo plazo, en donde habría que analizar otras cuestiones estructurales propias del negocio petrolero como la proyección de largo plazo de la oferta mundial, el ritmo de la recuperación de la demanda energética una vez que se supere la pandemia del coronavirus Covid-19, los nuevos descubrimientos de grandes yacimientos convencionales en el mundo; los costos reales de desarrollo de yacimientos marginales como los que hay en Vaca Muerta, por ejemplo; y -muy importante- el impacto de la transición energética hacia una ecuación energética mundial y nacional con menos participación del carbón. Guiarse por los precios negativos del petróleo registrados ayer es -valga el ejemplo- como proyectar cuál es el precio de un viaje en bote, tomando en cuenta solamente el precio que se pagó por el ultimo asiento en el ultimo bote salvavidas justo antes de producirse el hundimiento del Titanic.
Para Argentina el golpe es duro porque la formación Vaca Muerta tiene yacimientos con altos costos de desarrollo, que para colmo el Estado no los conoce. La industria petrolera ha repetido hasta el cansancio que necesita valores del crudo superiores a los u$s 50 por barril para que esos proyectos sean viables. La realidad muestra que eso debe ser cierto porque los proyectos no aguantan el riesgo que supone una caída de demanda durante algunas semanas. De hecho, la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI) estaba pidiendo al Gobierno nacional un «barril criollo» a u$s 54 hasta hace pocas semanas. La realidad es que Vaca Muerta hoy no es viable y entonces debería ser urgentemente re evaluada como proyecto energético en Argentina. Está más que claro que el proyecto no soporta precios mundiales del crudo a 25 o 30 dólares por barril, como los que verifican en estos días. ¿Pero cuál es el problema? El problema es que Argentina hoy no tiene un Estado eficaz, eficiente y probo que pueda conducir esos estudios con imparcialidad e idoneidad para asegurar un resultado conveniente desde el punto de vista del interés común o, dicho de otra forma, que asegure el «bienestar general» del que habla el preámbulo de nuestra Constitución Nacional. Además en Argentina siempre está latente el peligro de lo que se denomina la captura del regulador, peligro que se pone de manifiesto cada vez más en temas tales como la solicitud unánime de la industria por el «barril criollo».