08/06/2020

Contra qué debemos luchar…

Por María Angélica Sabatier

Tanto se ha escrito y dicho (y tan poco se ha hecho) sobre la amenaza del cambio climático que aun hoy, ante evidencias enormes de que la transformación en la dinámica atmosférica por aumento de la temperatura global puede acabar con la vida como la conocemos, hay un altísimo nivel de escepticismo y desinterés en el asunto.  La pretendida lucha contra el cambio climático se llevó -hasta ahora- todas las miradas, pero ha demostrado ser poco o nada efectiva y eso la ha sacado progresivamente del interés ciudadano. Se ha hecho parte del paisaje, se ha convertido en un fantasma, a pesar del remanido “crisis climática” con que se la viene denominando desde hace tiempo, lo que se consiguió es que se naturalizara.

Hoy, es la aparición de la infección masiva de COVID 19, una emergencia de proporciones, la que nos interpela brutalmente, llena nuestros medios de comunicación las 24 horas, que nos siguen desinformando.  ¿Por qué emergencia? Porque aparece podría decirse “inesperadamente” en la escena mundial, como escapada de la pantalla de la tele en medio de una película de ciencia ficción. Una crisis, a todas luces, porque pone contra la pared a los sistemas sanitarios y a los sistemas políticos al mismo tiempo. Pero una crisis diferente.

La verdad es que desde antes de 1972 muchas voces se han alzado acerca de los límites del planeta. Las conclusiones del Informe Meadows (https://www.sostenibilidad.com/desarrollo-sostenible/el-informe-meadows/) como el trabajo de la Fundación Bariloche ( http://fundacionbariloche.org.ar/modelo-mundial-latinoamericano)  –que se conoce más en el exterior que en nuestro país- son hitos incontestables en ese sentido;  proyecciones de resultados de un modelo de desarrollo voraz, que no sólo deglute recursos naturales y deteriora los ecosistemas a veces al punto de no retorno; también acaba con la vida de millones de personas al año por hambre, desnutrición y decenas de enfermedades evitables, guerras por el control de recursos e interminables migraciones desde mundos de escasez extrema a mundos de abundancia y opulencia. Calentamiento Global, Destrucción de Habitat y Pérdida de Biodiversidad, tres macro efectos de ese modelo, que solos o combinados son la madre de –casi- todos los males que nos vienen afectando y nos afectarán en futuro. Tres efectos de un cambio sistémico profundo. Entonces, ¿cuál es la amenaza real? ¿Contra qué debemos luchar si es que aún podemos? Veamos.

Así como no es la fiebre la amenaza real en un proceso infeccioso sea viral o bacteriano, no es el cambio climático la amenaza sino el calentamiento global, consecuencia de emisiones de gases de efecto invernadero que no dejan de crecer desde el advenimiento de la era industrial, generadas por la quema de combustibles fósiles y prácticas productivas y de consumo que contribuyen a su aumento constante. Ningún médico combatiría la fiebre sin intentar al menos atacar la causa de la misma, ¿verdad? La ciencia ya lo ha establecido, no es contra el cambio climático que se debe luchar, porque ya se sabe no va a retroceder, que aun llevando las emisiones a cero ya está consolidado en este punto; un cambio difícil de predecir y por lo tanto de prevenir, que apenas si da cierto margen para la mitigación de sus efectos, cuando los eventos dan margen de tiempo, cuando sólo queda la preparación ante los posibles impactos. Entonces es el calentamiento global la amenaza global. Hay que decirlo con todas las letras, sin eufemismos. Es un error conceptual –al menos- significativo pretender luchar contra el cambio climático, hay que atacar la(s) causa(s), nadie pretendería ser efectivo atacando el efecto.

Hay que accionar profunda y sostenidamente para detener el crecimiento de emisiones de gases de efecto invernadero, hay que luchar para mantener la temperatura global por debajo de los 1.5 grados cambiando la matriz energética si, pero también cambiando todo el plexo de actividad humana que genera emisiones. No es posible pensar que por la mera migración a otra matriz energética se bajaran las emisiones en la medida suficiente como para contener el aumento de temperatura de la atmósfera terrestre.  Esto es de profundo carácter político y técnico y tiene un correlato comunicacional directo, no sólo es un error plantear la lucha contra el cambio climático, es una estafa comunicarlo de ese modo. A la sociedad hay que decirle las cosas como son, lo ciudadanos merecen ser claramente informados.  

Pues – por razones tan diversas como convergentes- tanto se ha insistido en luchar contra el cambio climático, que se dejó de mirar la integralidad del problema.  

El cambio de huésped (de animales a humanos) por parte de diversos virus viene produciéndose desde hace tiempo, producto de procesos de la destrucción de hábitats y pérdida de biodiversidad, esto es, de la presión desmedida que se viene ejerciendo sobre los ecosistemas por cambio de uso de suelo, especulación inmobiliaria, expansión de actividades, crecimiento poblacional, entre otros factores, que se pueden encuadrar en la degradante relación del hombre con su entorno físico. El caso del ébola, por ejemplo, tuvo como causa principal la fragmentación del bosque tropical en Liberia y Sierra Leona, en África, lo cual causó que distintas especies de murciélagos se hacinaran en los pocos árboles que quedaban. Esta mezcla de especies cultivó la crisis sanitaria del 2014. El contacto entre humanos y especies portadoras de infecciones aumenta a medida que sigue el implacable tránsito hacia las áreas naturales. Según la Plataforma de Ciencia-Política Intergubernamental en Servicios de Biodiversidad y Ecosistemas (IPBES), entre los años 1980 y 2000, cien millones de hectáreas fueron transformadas para la expansión agrícola en los trópicos. Esto es más o menos igual a lo que miden Francia y Alemania juntos.

Así como hubo eventos meteorológicos que por su recurrencia y su intensidad dieron señales de que se estaba produciendo un cambio climático planetario, ha habido diferentes alertas, no todas escuchadas como se debería En el primer caso, lo global impacta en lo local; en el segundo lo local alcanzó magnitud global.  La pandemia de este coronavirus tiene por cierto alcance mundial, a diferencia de las infecciones anteriores, pero se trata de una emergencia –previsible aunque no prevenida- de muy diferente naturaleza que los efectos del calentamiento global. Constituye una coyuntura, cuya duración desconocemos, pero acciones sanitarias masivas y/o focalizadas y científico-tecnológicas (medicamentos/vacunas) mediante, se espera poder superarla, al menos hasta el próximo salto o mutación.  El calentamiento global no retrocederá.

En esta emergencia vinculada al aceleramiento de la economía globalizada, de pronto todo se detuvo y se volvió desconcertante. En estos días es tal el desconcierto que se confunde el descenso de la polución del aire con la supuesta caída de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que da lugar a especulaciones sin sustento. El calentamiento global No puede ser revertido, pero puede ser contenido en los niveles alcanzados, hay mucho por hacer, empezando por dejar de quemar combustibles fósiles, pero eso es apenas el comienzo. La destrucción de hábitats y la pérdida de biodiversidad no se restañan –solamente- cerrando mercaditos o persiguiendo mercaderes de fauna silvestre, se necesita trabajar intensamente en restaurar ecosistemas y recuperar biodiversidad. Transformación energética, recuperación de ecosistemas y biodiversidad serán fuentes de millones de puestos de trabajo

Entonces, hasta aquí, las crisis son dos: la climática y la ecológica. Y ambas conllevan riesgos globales a los que hay que dar respuestas locales. Poner en pie de igualdad al cambio climático con el coronavirus es otro mensaje distorsionante, no son amenazas comparables, no pueden ponerse al mismo nivel. Pero hay una tercera crisis, silenciosa pero ya imposible de acallar porque se enlaza con la climática y la ecológica: la de la pobreza. Una ignominia que la humanidad ya no puede permitirse porque hay maneras de resolverla.  (https://newint.org/features/2020/02/10/we-cannot-grow-our-way-out-poverty). El hambre y todas sus consecuencias, es la emergencia de la pobreza, que requiere un combate profundo porque se lleva muchas vidas, especialmente de niños y otras categorías igualmente vulnerables.

 Para los que creen que combatir integralmente el calentamiento global y otros efectos devastadores del modelo de producción y consumo es caro, que no se puede costear o que no tiene sentido hacerlo sería conveniente que sumen bien para tener apenas una cifra estimada; por un lado, los daños –que se estiman subvalorados- producidos apenas por los 15 más agresivos eventos meteorológicos del 2019 – que no son justamente “desastres naturales”- (https://elpais.com/sociedad/2019/12/27/actualidad/1577452476_036179.html),  y por el otro, las pérdidas por el lockdown – no igual en todos los países, hay que decirlo-  generado por la gestión de crisis ante la pandemia de COVID 19.  La cifra los va a dejar shockeados. Con un agravante, seguramente buena parte de los daños los sustenten los que menos tienen, garantizando una concentración de riqueza que ya ha demostrado no poner a salvo a quienes la poseen.

El nuevo coronavirus dio la razón, ampliamente, a Ulrich Beck, vivimos en una sociedad donde unos generan el riesgo y otros lo pagan, muchas veces con su vida.  (http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_101_131166619689246.pdf)

“EXIGIMOS LA VERDAD.  Los gobiernos deben decir la verdad sobre la gravedad y urgencia climática en la que nos encontramos, revertir las políticas inconsistentes y trabajar juntos con los medios de comunicación para comunicarse con la ciudadanía” manifiesta Extinction Rebelion Spain en su más reciente campaña, por el Día de la Tierra, como han hecho antes y siguen haciendo HOY miles de organizaciones ciudadanas alrededor del mundo.

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Publicado en: Actualidad
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