Los grandes desafíos del sector energético argentino en el próximo lustro

Por Jorge Lapeña

A fin de año tendremos un nuevo gobierno en Argentina; la Democracia se
afianza con el inicio de un nuevo turno constitucional. El oficialismo cree- en
base a encuestas y también en base a voluntarismo- que Cristina Kirchner se
pondrá la banda a si misma confirmando el sueño cumplido de Néstor de permanecer
por lo menos 4 períodos. Otros, entre los que me incluyo, creemos que todavía
falta un largo camino por recorrer y que no está dicha la última palabra. La
elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fé y Córdoba y –sobre todo- las
internas abiertas y obligatorias del 14 de agosto irán inventariando
oficialmente los votos que tiene cada uno; también irán influyendo en el ánimo
colectivo para determinar el “voto útil” que más que expresar “qué es lo que
queremos”, sirve para expresar “que es lo que no queremos”. A diferencia de las
encuestas de opinión acá la que hablará es la realidad por sí misma y sin
intermediarios ni inferencias estadísticas.

Creo en definitiva que el 10 de
diciembre puede ser que Cristina continúe; pero creo que existe también una
probabilidad razonable de que inicie sus merecidas vacaciones después de colocar
la banda a un argentino “opositor, republicano y democrático” surgido de una
segunda vuelta en el ballotage criollo. ¿Cuál es esa probabilidad razonable? No
lo sé, pero me animo a decir que tiene dos dígitos; tiempo al tiempo.

Esta
introducción me sirve para decir que la Argentina real espera al próximo
presidente, que sea quien sea no tendrá mayoría propia en el Congreso, con un
problema de envergadura irresuelto y desmadrado en su sector energético a la
resolución del cual tendrá que abocarse de inmediato.


Esos problemas en
síntesis son: 1) Demanda interna energética fuertemente creciente; 2) producción
doméstica de petróleo y gas natural en disminución crónica desde hace 12 Años en
petróleo y desde hace seis años en gas natural ( aclaremos que el 88 % de toda
la energía primaria que consumimos es petróleo y gas natural); 3) disminución
alarmante de las reservas de hidrocarburos en los últimos 8 años que implican
una pérdida de capital fijo que a valor de reposición supera los 100.000
millones de u$s; 4) Disminución en la inversión exploratoria de riesgo a niveles
menores al 50 % de lo que invertía la YPF estatal en la década del 80; 5)
Importaciones crecientes de energía que pondrán en riesgo el saldo comercial
positivo en pocos años; 6) Inversiones privadas insuficientes para abastecer la
demanda energética en todos los rubros; 7) subsidios fuertemente crecientes de
fondos públicos que alcanzan una magnitud insostenible frente al PBI (superan el
2% de PBI en 2011); 8) Tarifas congeladas que subsidian el consumo de toda la
población en vez de focalizarse solo en la población careciente.

Digamos
además que este cuadro de situación contrasta con la performance de nuestros
vecinos que como en el caso de Brasil y Perú y en general los países
latinoamericanos presentan economías energéticas en expansión. Un dato más, y
preocupante: Argentina perdió en 2010 la condición de país autoabastecido en
materia energética, objetivo estratégico largamente perseguido por todos los
gobiernos argentinos desde que nuestro país descubriera el petróleo en 1907, que
fuera alcanzado en 1989.

La solución de los problemas planteados en forma
resumida no será ni fácil ni rápida, ni poco costosa. Para colmo la
privatización de los 90, realizada mal y rápidamente, nos dejó sin herramientas
para actuar: no tenemos una empresa petrolera nacional como fue YPF; no tenemos
empresas energéticas como lo fueron Gas de Estado, Agua y Energía e Hidronor;
pero tampoco tenemos un estado fuerte que regule, que fije políticas, que
planifique; ni tampoco buenas leyes y reglamentos que den una buena
institucionalidad al sector. Estamos mal, y esta administración ha empeorado las
cosas.

Dicho esto así, me queda decir que la solución pasará por la
racionalidad, la claridad de expresión y la posibilidad o no de acordar
“políticas de estado” con amplios consensos parlamentarios. También en una
correcta y pulcra forma de implementación de los acuerdos. Si el Gobierno actual
fuera el vencedor en las urnas tendrá que cambiar sí ó sí; y la pregunta es si
será capaz de ello vista su propia performance de los últimos 8 años. Si en
cambio el elegido fuera ese otro ciudadano “opositor, republicano y
democrático”, cuyo nombre todavía no conocemos, lo importante es que reconozca
la gravedad de la cuestión como para que la Energía integre el Menú de temas
prioritarios de la Agenda Gubernamental y, además, que esté dispuesto a resolver
el mismo con una política pública consensuada.

Publicado en: Opinión, País Energético
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