El Ministro De Vido y la Historia

-Ante la falta de ideas, la argumentación ad hominem-

El primer ministro de obras públicas de la Democracia fue Roque Carranza, el hombre elegido por Raúl Alfonsín para desembarcar en un ministerio clave al inicio de un gobierno que se presentaba difícil: en 1982 los militares se habían auto-amnistiado –con el apoyo de del justicialismo- y Alfonsín había dicho en la campaña que anularía esa auto amnistía y  enjuiciaría a las juntas. YPF, la empresa más importante de la Argentina, estaba vaciada y tenía patrimonio neto negativo; los militares le dejaron al gobierno democrático Yacyretá, la obra hidráulica más grande del mundo en construcción en ese momento, contratada pero sin un peso para afrontar los contratos. Los militares dejaban un Plan Nuclear irrealizable; las empresas energéticas eran todas deficitarias, porque las tarifas habían sido congeladas en la guerra, y luego con una inflación del 16% mensual era imposible ponerlas a punto.

Tan importante era Roque Carranza, que al morir el ministro de Defensa Raúl Borrás en 1985, Alfonsín lo nombró en Defensa. Ser ministro de Defensa era en aquellos momentos algo muy importante; había que lidiar con fuerzas armadas cuyas cúpulas estaban siendo enjuiciadas en un juicio histórico, y que aún derrotadas en una guerra, conservaban para adentro su poder de fuego y movilización[1].

Tuve la suerte de conocer profundamente a Roque Carranza en la campaña en la cual se elaboraron los programas de gobierno; Carranza era el nexo entre Raúl Alfonsín y los grupos de trabajo integrados por jóvenes expertos que se habían sumado a la campaña antes de terminar el año 1982[2]. Carranza me pidió que me encargara de la Planificación Energética como Subsecretario. Fue una experiencia para mí extraordinaria, que me honrará por siempre.

Roque Carranza era ingeniero de profesión; tenía extraordinarios conocimientos de economía y una gran percepción para la detección de talentos jóvenes, y también para descubrir las debilidades humanas. Era un hombre trabajador, dedicado 100% a su tarea; era un buen amigo, bohemio y sabio, y de una honestidad ejemplar. Pero sobre todo era un hombre que sabía concentrarse en lo importante de los asuntos públicos. La muerte lo encontró a los 66 años, trabajando duro.

El ingeniero Roque Carranza es el primer antecesor del Arquitecto Julio De Vido, que 31 años después ejerce el mismo cargo que aquel. De Vido es ministro desde hace 12 años, y ostenta un record de permanencia en la historia institucional argentina. Es el hombre que maneja la Energía. Y la Energía, como bien sabemos, anda de mal en peor en este turno democrático.

Me interesa puntualizar algunas diferencias entre ambos hombres. Carranza hablaba poco, pero cuando hablaba era preciso y decía cosas importantes; eran muy frecuentes sus contactos con la oposición. Todavía recuerdo las reuniones con el Ing. Herminio Sbarra, que había sido Secretario de Energía de Perón, y que por su gran conocimiento era –y sigue siendo- muy respetado en su partido, y con Juan Legisa, un ingeniero ejemplar del peronismo que el kirchnerismo no supo aprovechar. También con Víctor Bravo y con Carlos Suarez de la Fundación Bariloche.

De Vido, en cambio, suele ser impreciso en sus afirmaciones; suele confundir el fracaso de su  gestión con el éxito más absoluto. Se autoelogia. Aplaude en los actos públicos que se emiten por la Cadena Nacional, aún a sabiendas, supongo, de los errores del discurso.

El mayor problema es que no sabe dialogar con la oposición. No sólo no dialoga, sino que además se enoja y destrata, cuando por ejemplo los 8 Ex Secretarios de Energía hemos criticado al actual gobierno en decisiones que hemos juzgado inoportunas. Es ya un clásico que a un Comunicado de los Ex Secretarios sobreviene una descalificación personal del ministro. En esa descalificación personal, pierde la línea y se va de la política.

Carranza debatía sobre ideas, proyectos y obras. De Vido, por lo contrario, debate casi exclusivamente sobre personas. Y lo hace, como agravante, utilizando medios oficiales y sus repetidores, adictos y dependientes de la propaganda oficial.

El último ejemplo de este accionar se pudo observar la semana pasada, cuando en respuesta a una nota de opinión de mi autoría, publicada en Clarín, el ministro utilizó a la agencia oficial Télam para criticar nuestra gestión del año 1983, mintiendo y distorsionando la historia, y sin refutar ni uno solo de los argumentos allí vertidos.

Al mentir, en esta ocasión sobre el Plan Energético 1986-2000, el primero y el último que tuvo la Argentina, le pega al Ministro bajo cuya gestión se ejecutó el Plan: Roque Carranza, y por añadidura a Conrado Storani, que era el Secretario de Energía en cuya gestión se elaboró el Plan.

¿Qué pasa en Argentina, que para un mismo cargo el perfil técnico y político de quienes lo ejercieron y ejercen en un lapso de 3 décadas sea tan distinto? ¿Por qué la decadencia tan evidente? ¿Será una expresión de la decadencia general, o por el contrario, será una diferencia solo de dos personas que ejercen su rol en dos tiempos distintos?

Hay una marcada diferencia entre el ministro del primer gobierno democrático y el del actual. Parecería que el transcurso del tiempo no ayuda a la mejora.

 

 

[1] Como se comprobó en forma práctica en los sucesos de Semana Santa (1987) y Monte Caseros (1988).

[2] En esos años junto a Carranza y un grupo de jóvenes profesionales expertos en Energía y comprometidos con la Democracia fundamos en 1983 el Instituto Argentino de la Energía. Carranza lo presidió hasta su muerte.

Publicado en: Actualidad, Opinión, País Energético
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